lunes, 24 de diciembre de 2012

NOCHEBUENA, OJOS ABIERTOS Y PIES LIGEROS



Cada Navidad repetimos los mismos ritos y eso puede producir dos efectos, o la superficialidad de quien cumple por cumplir, o la profundidad que descubre algo importante detrás de ese rito. Y también cabe la tentación de querer ser espectacular. ¿Qué es lo que de nuevo podemos decir en esta cena? ¿No se nos ha dicho todo o casi todo? Las palabras de felicitación que nos digamos esta noche no tienen porqué ser complejas. Al contrario, tienen que ser muy sencillas. Porque todo fue sencillo en Belén, donde lo importante solo podía ser percibido por los ojos de alguien que quería mirar más allá de lo que se veía a primera vista, pues lo que se veía en principio no llamaría la atención de nadie. Sin embargo detrás de eso que era cotidiano, un nacimiento de un bebé como cualquier otro, estaba sucediendo lo más importante: el inicio de la presencia del Hijo de Dios entre nosotros. Pero incluso esto puede ser banalizado a un sonido de silabas que ya no cargan contenido. 
Hay vendas que impiden ver al niño nacido en belén como el hijo de Dios, vendas que también pueden estar en nuestros ojos. Los personajes de la primera Navidad se ponen o se quitan vendas. Mientras Herodes y los ancianos de Israel se las ponen y se hacen incapaces de ver la novedad que les trae el nacimiento de Jesús, los pastores y los magos se quitan las vendas, los pastores las vendas de la indignidad, de la impureza legal que les hacían no ser dignos de llegar a la cueva del hijo de Dios, los magos la venda del racionalismo, de hacer todo por propias fuerzas, para aceptar con sencillez el misterioso camino de Dios sobre sus vidas. Cada uno de nosotros tiene que aceptar la felicidad que Dios nos propone, la felicidad de que no está en nuestras miserias como los pastores, ni en nuestras capacidades como los magos, sino en el don nuevo, que solo se puede aceptar con un corazón nuevo. Los pastores tienen que abrir su corazón a una buena nueva, los magos tienen que abrir sus ojos a una luz nueva. Si quieren quedarse en sus fuegos, los pastores nunca llegaran a Belén. Si quieren quedarse en sus conocimientos, los magos nunca encontrarán al niño. La felicidad de la Navidad consiste para todos los que la experimentan en salir: José y María hacia Belén, los pastores y los magos hacia la cueva, y Dios hacia nosotros. 
Hoy mucha gente se desea feliz Navidad pero no está dispuesta a salir, a moverse. Hoy mucha gente no tiene feliz Navidad porque nadie se ha movido: los pobres, los enfermos, los moribundos, los desempleados, los que sufren la guerra o el hambre, los que tienen el corazón lleno de decepción o de amargura. Quiero desearles una feliz Navidad. Una feliz Navidad al estilo del evangelio. Una Navidad sin vendas en el corazón. Una Navidad en movimiento hacia el que nos llama en la cueva de Belén. Como dice Benedicto XVI: Es verdad que no podríamos amar si antes no hubiésemos sido amados por Dios. La gracia de Dios siempre nos precede, nos abraza y nos sustenta. Pero sigue siendo también verdad que el hombre está llamado a participar en este amor, y que no es un simple instrumento de la omnipotencia de Dios, sin voluntad propia; puede amar en comunión con el amor de Dios, o también rechazar este amor. Que seamos felices en Navidad tomando siempre el primer camino: el de los ojos abiertos y los pies ligeros.

1 comentario:

  1. Gracias Padre Cipriano, que Dios lo bendiga en esta Navidad y siempre, un abrazo,
    Ana Rosa Pallach

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